…

Una memoria de un tiempo por venir, que se comporta como si quisiese huir de un tiempo presente. Arte y en particular escultura que quieren alejarse de nuestro contexto, que representan la complejidad y sensibilidad en un tiempo, vulnerable, que sufre los avatares de un presente que atenta a la cultura y que ha conseguido que muchos pensemos por momentos, aunque lo practicamos a través de la palabra, que es necesario retomar la función revolucionaria del arte en esta época que nos ha tocado vivir mediante “una escultura de revolución”.

Pues en los últimos treinta años se ha ligado el arte al destino grandioso de la trampa de la intelectualidad, a la revolución triunfante, y en esta revolución triunfante del arte hay poco de arte y de revolución y mucho de connivencia pacífica con quien gestiona los designios políticos del arte. Donde una capa de la sociedad se privilegia y se beneficia del “amo” unos nuevos burócratas que han aplastado al arte y al renacimiento artístico con su mano totalitaria y vergonzante.

Las esculturas de la Mémoire de l’avenir no son ajenas a ello y nos exigen sinceridad, escapar, se alejan del arte cortesano en su incipiente nacimiento, buscan la idealización y no la falsificación del arte oficial y su posición es con el destino del arte y no con la justicia totalitaria de la mentira y el fraude, de una justicia que no exalta al jefe, que se aleja de ellos y del odio creador, lírico por reflexión. No es un arte transgresor ni de estética desobediente que se agota en sí mismo, pues pone en situación de vulnerabilidad al arte.

Mi silencio durante años es más revelador y significativo con mis palabras de ahora pues se posiciona y aleja de los mitos por encargo tomando distancia de la historia, una distancia respetuosa de la historia por venir. Nos alejamos del arte humillado, del que nunca llegó a nacer, del inmortalizado aunque en plena descomposición, para nacer a un arte revolucionario y limpio alejado de los frentes populares.

Personalmente no oculto desmoralización, nada más lejos de la realidad, el yugo del escepticismo y el lineamiento pesará y la balanza de la historia así lo redactará. Nos alejamos del arte transgresor por sus posiciones funestas y su contribución al empobrecimiento de la conciencia moral y su manifiesto desprecio por las devociones. Ello confunde nos hace atravesar los límites de lo que debe ser protegido y las constricciones que nos vuelven más humanos.

…

Alfonso García